Por Marisol Cabrera Sosa.
¿Qué son los dioses pues? Son nuestra propia fe; son nuestra propia creencia, y esta se desvanece apenas razonamos”Pedro Figari
Definía Pedro Figari al arte como “un medio universal de acción”, como un instrumento fundamental que permite al ser humano relacionarse con el mundo exterior. Si recurrimos a la etimología de la palabra, arte tomado en su significado de crear, poiesis, ha sido avasallado por la producción o fabricación para un mercado. Es decir la acción, ese medio universal de acción que define Figari, queda sustentada en un modo de producción, en el que todo se transforma en mercancía para ser comercializada.
Ese “(…) medio de acción fundamental” (Figari: 1960:24) que lo utilizamos para “(…) atender nuestras medidas de previsión o para procurarnos un solaz, para magnificar todo lo que nos conviene y todo lo que deseamos propiciarnos, y para deprimir o aniquilar todo lo que nos es adverso o creemos que pueda serlo, para defendernos, para atacar, para relacionarnos con los que nos rodea, para observarnos nosotros mismos; en fin, para todo” (Figari:1960:25).
La importancia del arte no se reduce a la mera exposición de una obra, es un arma poderosa que transforma al sujeto que lo realiza y a la sociedad que lo contempla. Sumergir el arte en el mercado, no implica meramente la comercialización de esa obra. Los embates por constreñir la obra del artistas a los “requerimientos” del mercado, a la ley de la oferta y la demanda, postulados del liberalismo y neoliberalismo, obturan la posibilidad de que los sujetos y su relacionamiento con ese medio exterior adverso o no, y la posibilidad de desarrollo de la inteligencia que es la característica esencial del arte como lo explica Pedro Figari.
Pero, la constricción no solo queda allí, el deseo manifiesto va más allá de ello, la posibilidad de “deprimir o aniquilar lo que nos es adverso” porque se ve envuelto en lo que el paradigma dominante define como la circulación mercantil, en el supuesto de que satisface necesidades ficticias que el mismo mercado crea. De esta forma, se divide en sub mercados que satisfacen las necesidades que crea (Valencia ,2003)
La posibilidad de observarnos, de ser, es sustituida por el mercado, que “elige” por el sujeto y esa capacidad que debe desarrollar el sujeto para comprender-se, queda transformada en una mercancía que el mercado le adjudica un valor de cambio. La peligrosidad del aplastamiento cognitivo que significa esa “única idea” va contribuyendo a que los sujetos se vean inmersos en un mercado de bienes simbólicos que aparecen “(…) como mercados de gran producción, estos mercados aseguran a los productos culturales (y a sus autores) beneficios materiales y simbólicos, es decir éxitos de venta, públicos, clientelas y una visibilidad social, un renombre, -del cual la superficie que ocupa en los diarios constituye una buena medida- extremadamente desiguales tanto en su importancia como en su duración” (Bourdieu: 2008: 208)
Modelo totalmente opuesto al de Figari que reconoce en la obra más simple el hecho artístico: “el que se guarece en las anfractuosidades de un tronco no ejecuta un acto artístico, pero cuando construye una choza, y a medida que la adapta a sus necesidades y se orienta, y saca provecho de las peculiaridades del medio para mejor servir sus instintos, o para precaverse con actos de previsión, va demostrando cada vez más sus aptitudes artísticas” (1960:14). Es ese rasgo de inteligencia lo que transforma el tránsito del mero uso de la cosa a la demostración de aptitudes artísticas, en la resolución de problemas que desarrollan la adaptación de la naturaleza a las necesidades del sujeto.
El modelo que describe Bourdieu en el que el “éxito de venta” legitima el arte, se inscribe en lo que Marx describía como corrupción general y en el “(…) cada cosa moral o física, convertida en valor de cambio, es llevada al mercado para ser apreciada en su más justo valor” (Marx: 1960:30)
Existe un desacreditación no solo del arte sino de quien lo crea: el artista. La necesidad de ese sujeto que ejecuta el acto artístico más sencillo, al más complejo, deviene en una suerte de deslegitimación de la inteligencia humana. Nada de lo que haga será, en la medida que el mercado lo apruebe o lo rechace, pretendiendo atrofiar, dominar el intelecto humano a través de las promesas de éxito, visibilidad, venta y público.
Quedará como el pintor al que hace referencia Don Quijote, “es como Orbaneja, el pintor que estaba en Úbeda que cuando le preguntaban qué pintaba respondía: lo que saliere, y si por ventura pintaba un gallo escribía debajo: Este es un gallo, para que no pensaren que era una zorra” (Cervantes: 2004:479)
Bibliografía
BOURDIEU, P.2008. Homo Academicus. Buenos Aires, Siglo XXI.
CERVANTES, M. 2004. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Vol.1.
Barcelona, Carena.
FIGARI,P. 1960.Arte, estética e ideal. Tomo1. Montevideo, Biblioteca Artigas.
MARX, C. 1960. La miseria de la Filosofía. Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras.
VALENCIA, M. Arte y mercado. www.unal.edu.co
Excelente articulo...
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